Aquellos aventureros que en 2016 invirtieron en la firma de cannabis Canopy Growth cuando esta salió a la bolsa, hoy hubiesen capitalizado cerca del 3.500%.
La compañía, valuada en unos 14.000 millones de dólares, concentra gran parte de su actividad en las fértiles tierras colombianas, pero acaba de iniciar sus operaciones en el cono sur, con base en Argentina. La presencia de la firma se limita por ahora a un gerente médico, una gerente financiera, un portavoz y la proyección de una oficina con una decena de empleados para 2020, aunque su CEO regional, Marcelo Duerto, asegura que llegaron “para quedarse”, dado que el potencial de Argentina en el mercado es muy grande.
“Hicimos un estudio a nivel regional y con las condiciones actuales de regulaciones se estiman cuatro millones de pacientes potenciales en América Latina, de los cuales en Argentina viven unos 400.000”, afirma.
Duerto también resalta la aptitud de Argentina “para todo lo que es cáñamo”, o sea, plantas masculinas o femeninas en inflorescencia (no psicoactivas) de las cuáles se aprovecha su fibra, “desde la mitad de la provincia de Buenos Aires al norte hasta Mendoza”. Pero para ese desarrollo, dice, es fundamental “discutir cómo incorporar al sector privado”.
“La subida del dólar [con respecto al peso argentino] no nos afectó”, asegura Duerto, quien de todas formas reconoce que desde Canadá le preguntan a diario por la situación de la economía local, aunque según asegura, sus jefes no se achican: “Recién llegamos y llegamos para quedarnos. En Argentina el cannabis medicinal llegó para quedarse, va a haber un avance industrial”.
“América Latina tiene distinto grados de evolución. México y Perú son tal vez los más avanzados desde el punto de vista regulatorio del cannabis, porque permiten a la empresa privada desarrollar sus negocios; luego Argentina o Brasil, donde la regulación está un poquito más retrasada “, analiza Duerto, gerente, durante 26 años, de la consultora de empleo Accenture.
El objetivo de Canopy, y de todas las firmas que pretenden tener una sede en Argentina, como Green Leaf en Jujuy, es esperar que el país adecue sus leyes para un negocio que prevé mover en 2025 más de 50.000 millones de dólares en todo el mundo. La situación podría cambiar en marzo próximo, cuando la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) prevé sacar al cannabis de la lista de drogas duras, tal como recomendó la ONU. “Una vez que eso ocurra esto va a ser como un dominó”, se aventura Duerto, y agrega: “Argentina debería avanzar sobre la regulación, justamente, para prepararse para ese dominó. Porque todo el mundo está viendo esto como un negocio fenomenal y muchos actores pueden tornarse actores relevantes”.
Acuerdos con la UBA
Mientras tanto, Canopy firmó un un convenio con la Universidad de Buenos Aires (UBA) que tiene tres patas: un curso de posgrado en los que se enseñe, entre otras cosas, el sistema endocannabinoide humano; estudios clínicos o preclínicos, aunque todavía están discutiendo sobre qué áreas terapéuticas; y la investigación de las genéticas que trabaja Canopy para ver cómo se comportan en Argentina.
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De cultivo a gran escala, por ahora, nada. El foco de la compañía está puesto en Colombia. “Ahí tenemos el área cultivada legal más grande del mundo (130 hectáreas) y estamos instalando una finca con extractores para generar resina que todavía no está operativa, pero lo estará el año que viene”, afirma Duerto.
“Sería una pena que Argentina no esté preparada para picar en punta, porque el riesgo de esto es que los primeros países que se animen van a a sacar el valor prémium del cannabis para uso medicinal, después el mercado se va a ir transformando en un commoditie y más países van a entrar en el juego”, opina.
“Hay una gran oportunidad para Argentina, pero hay que trabajar muy fuerte para que la regulación sea moderna, facilite el acceso de un producto de calidad y permita la explotación comercial del cannabis en sus diversas variedades. Uruguay lleva seis años de ventaja, Colombia lo está haciendo y Paraguay ya empezó. Argentina, desde el punto de vista de la agricultura tiene tierras, tecnología avanzada y capacidad”, cierra Duerto.
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