Cuando Canadá se convirtió en la primera nación industrializada importante en legalizar la marihuana recreativa, la visión de miles de millones de dólares en ganancias inspiró a productores, minoristas e inversionistas, envolviendo al mercado accionario en una así llamada fiebre verde.
Un año después, ha desaparecido la euforia.
“Nadie quiere invertir en ello ahora”, señaló John-Kurt Pliniussen, profesor de marketing en la Escuela Smith de Administración en la Universidad Queen’s, en Ontario.
Eso se debe a que quienes han invertido, por lo general han perdido dinero. Durante el primer año tras la legalización, el valor de las acciones en las seis compañías de marihuana más grandes en Canadá cayó 56 por ciento en promedio, según datos de precios bursátiles.
Las compañías de marihuana aseguran que es sólo cuestión de tiempo para que se dé un giro, esperando que un paso importante se haya materializado en diciembre, cuando bebidas y alimentos con infusión de marihuana arriben al mercado legal.
Sin embargo, permanecen los problemas que asolaron el primer año.
Uno de ellos es que los gobiernos provinciales en Ontario y Quebec, cuyos residentes componen alrededor de dos terceras partes de la población canadiense, han abierto o autorizado tiendas legales de marihuana a paso de tortuga —pese a una clara demanda.
Los clientes potenciales están desatendidos, con sólo 24 tiendas legales de marihuana para los 17,5 millones de residentes de Ontario. Muchos siguen comprando en el mercado negro. Y libre de impuestos, el mercado negro generalmente es más barato.
Otro problema es que la elaborada estructura regulatoria para el cannabis legal ha sido un impedimento a las ventas. (Por ejemplo, el sistema no permite publicidad).
Pliniussen no ve la apertura del mercado a los comestibles como un parteaguas. “Espero que esto sea sólo como ondas lentas en un estanque, contrario a un tsunami de emoción”, declaró.
Ha habido poco cambio en el consumo de la marihuana, salvo por un pequeño aumento entre personas mayores de 65 años, reportó la agencia del censo del gobierno.
Para las compañías, los dolores de crecimiento económico han sido agudos.
Tome por ejemplo a Canopy Growth, el productor canadiense más importante. El negocio de Canopy tiene su sede en Smiths Falls, Ontario.
Durante los primeros seis meses del presente año fiscal, Canopy perdió 1.600 millones de dólares canadienses. Sus acciones, que alcanzaron 70 dólares previo a la legalización, bajaron 66 por ciento.
Rade Kovacevic, el presidente de Canopy, aún se muestra optimista. Dijo que esperaba que mejoraran las cosas mientras los comestibles y otros productos estuvieran disponibles.
Un problema importante para los productores es que aún no es fácil para muchos canadienses comprar marihuana de manera legal, particularmente en Ontario.
Poco antes de la legalización, un gobierno conservador asumió el poder en la provincia y canceló un plan para vender a través de tiendas de propiedad gubernamental.
El 12 de diciembre, Ontario anunció que estaba levantando sus límites a las licencias para tiendas y que otorgará unas 20 licencias al mes, a partir de marzo. Pero la escasez de tiendas ayuda a mantener a flote al mercado negro.
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No hay una tienda legal de marihuana en Smiths Falls. Pero en la cercana Ottawa, con un millón de habitantes, Mimi Lam, una ex banquera de inversión, es la propietaria de Superette, una de las tres tiendas legales en la capital nacional.
A diferencia de mucha gente en el comercio canadiense de la marihuana, Lam está haciendo dinero, aunque no tanto como esperaba.
“Ésta es una verdadera oportunidad para que los jugadores en este país realmente brillen y le muestren al mundo qué podemos hacer y expandan los límites de la integración del cannabis en la sociedad”, afirmó.
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