Seguramente has escuchado hasta el cansancio la frase “Hagamos el amor y no la guerra”. Este eslogan fue creado por el vocalista británico de The Beatles e icono del movimiento hippie entre las décadas de los 60 y 70, John Lennon. Sin embargo, pocos saben que abarca un significado profundo; más allá de una filosofía antibélica y pacifista.
Por supuesto, la frase fue pronunciada en una época donde la guerra de Vietnam causaba fuertes estragos y el mundo ya había padecido las experiencias de la primera y segunda guerras mundiales; por lo tanto, los jóvenes de aquel entonces se manifestaban abiertamente exigiendo paz en un ambiente que además promovía la libre sexualidad y la hermandad. No obstante, existen otras razones que inspiraron esta frase.
Uno de los mayores símbolos de la generación hippie era el consumo de cannabis; muy ligado a la libertad e ideologías pacifistas. Como cualquier hecho, esta forma de pensar tiene también una explicación científica, si consideramos los efectos que la marihuana causa y por supuesto los hechos bélicos ya mencionados.
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Nuestro cerebro y el amor
Te has preguntado alguna vez por qué el modelo clásico de felicidad consiste en tener una pareja que nos complemente y con ella formar una familia con quien compartir nuestras vidas. Estas demandas del alma y corazón están muy influenciadas por un componente básico: la oxitocina, una hormona y neurotransmisor presentes en nuestro cerebro.
Como hormona, produce las contracciones de parto y la secreción de la leche materna en las mujeres; no obstante, como neurotransmisor, posee virtudes pacifistas y de instinto social muy marcadas, que incluso definen la empatía, ternura, el enamoramiento y el deseo sexual amoroso.
La oxitocina como neurotransmisor: la droga del amor
Irene García Perulero, bióloga e investigadora de esta hormona, comenta que la oxitocina, “en su papel como neurotransmisor está implicada en comportamientos relacionados con la confianza, el altruismo, la generosidad, la formación de vínculos, los comportamientos de cuidado, la empatía o la compasión, pero hay mucho más: tiene un papel fundamental en el comportamiento maternal y sexual. Por lo tanto, la existencia de este neurotransmisor es lo que nos motiva a no ser beligerantes. Incluso el instinto más amoroso e incondicional que existe (el materno), está plenamente influenciado por la oxitocina. Obviamente enamorarse, sentirse feliz con alguien y el deseo de cuidarse unos a otros a nivel familiar o social, también está muy vinculado a este neurotransmisor. Por si fuera poco, su liberación durante el orgasmo acaba ejerciendo un bloqueo absoluto del estrés (tanto en hombres como en mujeres).