Aunque parezca mentira, pero lenta pero sostenidamente, Uruguay se está convirtiendo en un gigante de la industria mundial de cannabis.
Dicho país no sólo es un Estado pionero por el carácter paradigmático de su ley regulatoria, sancionada en diciembre de 2013, que lo convirtió en el primer país en el mundo en dar el paso hacia el fin del prohicionismo, sino por el desarrollo e interés que genera en el resto del mundo, con empresas que apuestan a generar allí productos para todos los usos que ofrece cannabis, tales como medicinal, industrial, “recreativo” o adulto y alimenticio.
Con esto Uruguay se posicionaría en el mundo como una nación impulsadora sobre cannabis, además que eso facilitaría la legalización, aún un poco más.
Y con el paso de los años el Estado desarrolló el resto del contenido de la legislación, que se orienta hacia el negocio, atento a su potencial descomunal en términos económicos: todas las consultoras interesadas en el tema calculan que en pocos años la ola verde pudiera mover miles de millones de dólares.
Para las proyecciones de estas compañías indican que el espacio autorizado para cultivar plantas a cielo abierto ya se extiende a las 2.000 hectáreas y de 22 mil metros cuadrados dentro de invernáculos, además eso con la observación de experto en ciencias, para futuros ensayos.
Por su parte, dentro del sistema de uso recreativo o adulto ya existen 40.000 adquirentes en 17 farmacias, 7.179 registrados para el cultivo doméstico y 3.814 miembros de 123 clubes de membresía.
Es por ello que ya falta menos para una legalización más contundente, sana y favorable para el cannabis. El mundo debe entender y seguir estudiando que esta planta es totalmente natural y puede servir para muchas enfermedades.