El martes 8 de junio, la Comisión Especial de la Cámara de Diputados de Brasil aprobó de manera muy estricta un proyecto de ley que autoriza el cultivo de cannabis para uso medicinal, veterinario, científico e industrial.
Los partidarios del gobierno hicieron todo lo posible para evitar que la legislación se dirigiera a la cámara alta para su aprobación final, pero el voto crucial del diputado Luciano Ducci aseguró que el proyecto de ley sobreviviera.
Si bien la nueva ley legalizaría el cultivo de cannabis, en la práctica impondría una serie de limitaciones, permitiendo solo el cultivo por parte de empresas, asociaciones de pacientes y ONG. El cultivo individual seguiría siendo ilegal si se aprobara el texto en su forma actual.
ANVISA (el análogo brasileño de la FDA) ya permite la importación de ciertos medicamentos elaborados con cannabis, pero los precios son prohibitivos para la gran mayoría de los pacientes. Por ejemplo, los pacientes que padecen Alzheimer pueden tener que gastar más de 10 mil reales (alrededor de USD 2000) por mes para importar los medicamentos que necesitan, restringiendo su uso solo a aquellos que pueden pagar precios tan altos y retrasos en la importación. Lo que complica las cosas es el hecho de que los pacientes no pueden comprar productos durante más de un mes de consumo.
No está claro si la cámara alta aprobará la ley o no. Lo que está claro, sin embargo, es que la administración de Bolsonaro se opone rotundamente a cualquier tipo de uso de cannabis, diciendo que abre la puerta al uso recreativo generalizado. En pocas palabras, creen que todo el país se drogará a diario si se hace alguna concesión a la hierba maligna.
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