Si te ha tocado fumar en la calle, con tus amigos fumetas, seguramente esta historia que te voy a contar, es harta conocida por ti y los demás que me leen. En una ocasión, estuvimos de caminata en un hermoso parque de la ciudad, como ya sabes, parque, caminata, amigos, conversa, etc. Esto por lo general conlleva a encenderla. No obstante, antes de hacerlo se deben tomar todas las previsiones del caso, para evitar caídas con los pacos.
Ello implica, dar las vueltas de reconocimiento, preguntarse unos a otros cual es el mejor lugar para encenderla, etc. En esta oportunidad, nos ocurrió que luego de todos elementos calculados y haber preparado la pipa para compartir, resultó que ninguno portaba la yesca. Todos nos miramos las caras, e insistíamos en buscar con niveles de angustia en nuestros bolsos y morrales, pues, habíamos encontrado el lugar perfecto. (No encontramos el encendedor).
De manera resolutiva, fuimos a ubicar una yesca, luego de múltiples vueltas y búsqueda fallida entre los negocios más cercanos al parque, decidimos un grupo recorrer hacia otros lugares hasta que encontramos una licorería y logramos nuestro cometido, la compra del encendedor. De regreso al parque, con cara de felicidad por haber cumplido la misión de la compra de la yesca; hubo que hacer la vuelta de reconocimiento de nuevo, nuestra sorpresa fue encontrar que los lugares por donde habíamos transitado y nos pareció un lugar de ensueño para una fumadita, estaba plagado de pacos.
Vale destacar que somos Ganyeros Citadinos, por lo que a pesar de esta imposibilidad de fumar en el lugar que habíamos escogido, nos dedicamos a caminar hasta que una vez más encontramos el escenario perfecto para la fumadita. Resultó un lugar dentro del propio parque, por el que no habíamos pasado en las primeras vueltas de reconocimiento.
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Fue allí en ese espacio donde nos sentamos cómodamente, armamos de nuevo la pipa, sacamos el tesoro para activarla-la yesca- y procedimos a realizar los primeros toques para escuchar ese hermoso sonido del chasquido del encendedor sobre la boca de la pipa, el calor de la pequeña llama sobre la ganya triturada en la pipa y el color rojo de la quema de la porción que le corresponde a cada uno. Esto es pura poesía visual y compartida, el lograr una fumadita.