Desde que me inicie en el acto de crear y escribir, el fumar cannabis es un elemento significativo para mí, por varias razones: La primera, porque la marihuana con su potencial psicoactivo despierta una gran cantidad de sensaciones y emociones que me conectan con el acto de crear permanentemente. Mi sistema endocannabico se articula con los cannabinoides para dicho cometido. La segunda, porque junto a mis amigos vivencio divertidas historias en una ciudad que en medio del caos se vuelve una acompañante con la que podemos conversar, bailar y reír un montón. La tercera, porque se agudizan mis sentidos sensoriales y las percepciones se hacen más interesantes.
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Escribir, mientras estás colocado, me hace activar la inmediatez de la ideas para transcribirlas, para luego darle forma a los textos que lees. Si además de escribir, estoy escuchando música se genera una combinación de imágenes a través de las cuales viajo por diversos mundos sonoros y literarios. El cannabis por ejemplo me vincula a una ciudad que imagino cargada de buenas energías en la que la gente adulta sonríe, baila, juega y canta tal como si fuesen niños(as). En algunos momentos me imaginado que en lugar de caminar por calles y avenidas, saltemos en trampolines, para llegar a cada destino que necesitemos ir.
En otros momentos, imagino la ciudad llena de tubos tele-transportadores para movernos de un lado al otro. La ciudad, también puede transformarse en una ciudad de puentes hechos a punta de rabos de nube para colgarse de ellos y volar. En una fumada casera colectiva, me asomé por la ventana de la sala y comencé a dibujar en el viento casas multicolores con entradas y salidas a través de arcoíris. Por ello fumar, crear, escribir son un equilibrio perfecto para relatar cada historia que te cuento en historias de ganyeros citadinos.