Cuando Uruguay se volvió el primer país del mundo en legalizar el mercado de marihuana, asumió un reto osado: disputarle el negocio de esa droga a los narcos, desde la producción hasta la venta.
Fue “una medida contra el narcotráfico (para) robarle mercado”, explicaba el entonces presidente uruguayo, José Mujica, un líder de izquierda que impulsó esa política.
Seis años después de la aprobación de aquella ley que llamó la atención internacional en diciembre de 2013, el país sudamericano muestra resultados ambiguos en materia de drogas.
Por un lado, estimaciones oficiales divulgadas en enero señalan que la regulación del cannabis con fines recreativos le quitó al mercado ilegal ganancias por más de US$22 millones.
Buena parte de la hierba prensada e importada ilícitamente de Paraguay, que solía ser la única opción de consumo para los uruguayos, fue sustituida por flores de cannabis o cogollos domésticos de mayor calidad, que ahora se huelen por las calles de Montevideo.
Al mismo tiempo, hay estudios que muestran un aumento en la cantidad de consumidores de marihuana en Uruguay, donde aún existe un lucrativo mercado negro de esa droga.
Más aún, la violencia vinculada al narcotráfico llegó a niveles alarmantes en este país de apenas 3,4 millones de habitantes, que este año tuvo diferentes escándalos por el envío de grandes cargas de cocaína a Europa.
“Cuesta mucho cambiar, no va a ser mágico”, dijo Mujica en un diálogo reciente con BBC Mundo sobre los resultados de la ley.
Pero ¿cuánto ha cambiado hasta ahora el mercado de drogas en Uruguay con su ley de marihuana?
Un mercado de “cultivadores locales”
La legislación uruguaya habilitó tanto el cultivo particular de cannabis para uso recreativo como un sistema controlado por el Estado para la producción y venta de marihuana en farmacias.
Hay 38.771 personas registradas para comprar la hierba en farmacias, según datos del gubernamental Instituto de Regulación y Control de Cannabis (IRCAA) actualizados esta semana.
Las empresas autorizadas a cultivar marihuana pasaron de dos a cinco en octubre, ante lo que el IRCAA definió como un “aumento sostenido de las personas registradas para acceder legalmente a cannabis de uso no médico” en la red de 17 farmacias autorizadas.
Además se han inscrito 7.922 personas como cultivadores domésticos (que pueden tener hasta seis plantas de cannabis en su hogar) y 145 clubes de membresía (que pueden tener hasta 45 socios y 99 plantas cada uno).
Sin embargo, apenas uno de cada tres consumidores en Uruguay obtuvieron la marihuana en el mercado regulado el año pasado, según un estudio oficial presentado el miércoles.
Un cambio importante se produjo en el origen de la droga.
“Hoy en día, el principal abastecedor del mercado de marihuana son los cultivadores locales, no los traficantes”, sostuvo sociólogo Marcos Baudean, profesor de la Universidad ORT en Montevideo y miembro de Monitor Cannabis, un proyecto que evalúa la regulación en el marco de la Universidad de la República.
Pero advirtió que la mayoría de esos cultivadores carece de un registro como exige la ley, con lo cual hay un flujo oculto de marihuana doméstica, aparte de la importada ilegalmente de menor calidad y que consumen sobre todo personas de bajos recursos.
“Los cultivadores en general cultivan para sí, pueden cultivar un poco más para vender, y una gran parte de ellos comparte su producto con otros. Eso es lo que ha difundido el consumo de cogollos”, dijo Baudean a BBC Mundo.
En el centro de Montevideo, dentro de uno de los comercios que han florecido en la ciudad para suministrar todo tipo de productos para el cultivo de marihuana, la propietaria comentó que muchos consumidores eluden el registro oficial por desconfianza en el gobierno.
“El mercado negro tiene más accesibilidad, variedad” y hay “profesionales que prefieren no registrarse”, explicó la mujer, que prefirió no ser identificada para este artículo.
Los datos presentados por el gobierno muestran un aumento en la prevalencia de uruguayos que consumieron marihuana al menos una vez en el último año: de 9,3% en 2014 a 14,6% en 2018.
Sin embargo, Baudean consideró “positivo” que el volumen de hierba consumida crezca a un ritmo menor que la cantidad de consumidores, en un mercado total de unas 40 toneladas o US$45,5 millones anuales.
Olas de cocaína y violencia
La ley de marihuana fue una respuesta de Uruguay a los crecientes desafíos que el país tenía con el narcotráfico, incluida la violencia asociada al consumo de drogas duras como la pasta base de cocaína.
Y los datos oficiales presentados el miércoles muestran un descenso en los delitos de estupefacientes.
Pero los problemas de drogas y crimen están lejos de desaparecer de las preocupaciones de los uruguayos, que el mes pasado eligieron como su futuro presidente al opositor Luis Lacalle, quien ha descartado revocar la ley de marihuana.
Algunos analistas señalan que al actual presidente socialista Tabaré Vázquez, sucesor de Mujica, le faltó determinación para apuntalar la ley en sus puntos flacos, crear programas de prevención y reforzar la seguridad pública.
Si bien Uruguay se mantiene lejos de las tasas de criminalidad que registran los países más violentos de la región, el año pasado tuvo un aumento de 45,8% en los homicidios respecto a 2017, según datos oficiales.
La tasa dehomicidios en el país, que dos décadas atrás era comparable a la de Europa, trepó por primera vez a dos dígitos: 11,8 cada 100.000 habitantes.
Tres de cada cinco asesinatos cometidos en Uruguay en 2018 fueron casos de “conflicto criminal”, indicó el gobierno.
Muchos asocian esto directamente al narco.
“La conflictividad entre los grupos de traficantes a nivel interno se ha puesto peor. Pero eso no es por la regulación de la marihuana: ellos siguen disputándose territorios de drogas ilegales, la cocaína y la pasta base”, dijo Baudean.
“Fue un poco exagerado creer que con la legalización de la marihuana se iban a terminar los problemas con el narcotráfico”, sostuvo.
Datos de Monitor Cannabis indican que el porcentaje de uruguayos que dicen haber consumido cocaína también creció en un período de bonanza económica: pasó de 0,2% en 2001 a 2,9% en 2017.
Este semestre Uruguay fue sacudido además por noticias de decomisos de grandes cargamentos de cocaína en Europa que habían partido desde su territorio, aunque el país no es productor de esa droga.
En julio se descubrió que un avión con 600 kilos de cocaína llegó a Francia desde Uruguay y al mes siguiente se informó del hallazgo de un contenedor en Hamburgo despachado desde Montevideo con 4.500 kilos de cocaína en su interior.
Expertos evaluaron entonces que los narcos eligieron a Uruguay para sus rutas internacionales por tener controles menos estrictos que otros países de la región.
Y algunos sugirieron incluso que el país se había convertido en un nuevo centro de interés del narcotráfico internacional.
Sin embargo, Chloé Carpentier, jefa de la sección de investigación de drogas en la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por sus siglas en inglés) dijo entonces que era “demasiado pronto” para establecer si Uruguay es parte de una nueva tendencia.
Señaló que a nivel global hay cambios en las organizaciones de narcos, menos integradas que antes, y un aumento considerable en la producción de cocaína a ser distribuida en el mundo por rutas que “cambian todo el tiempo”.
“El mercado (global) está en expansión”, dijo Carpentier a BBC Mundo.
El mes pasado, otro gran cargamento de cocaína en el puerto de Montevideo fue decomisado por las autoridades: más de tres toneladas en un contenedor proveniente de Paraguay y con destino final en Benín.
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Mujica indicó que “se fabrica por todas partes cocaína de la máxima pureza, que la consumen los europeos, los americanos, los que tienen alto poder adquisitivo” y un problema derivado de eso es la pasta base que llega a Uruguay como residuo para consumo.
“Estamos inundados por esa porquería, que no tiene nada que ver con la marihuana. Pero la pasta base nos está haciendo un destrozo que creo que hay que enfrentarlo de alguna manera”, dijo.
Si bien admitió que a la ley de marihuana “le falta” para lograr sus objetivos, sostuvo que se debe mantener como “una alternativa hacia una droga blanda para evitar las otras”.
“La política represiva de las drogas es un fracaso y esto tiene que ser como definían los vietnamitas: una batalla de todo el pueblo. Y si no nos movemos, sonamos”, dijo, una expresión que coloquialmente en su país significa tener mal fin.
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