Los cannabinoides tienen propiedades neuroprotectoras e inmunosupresoras, y ejercen su influencia inmunosupresora sobre los astrocitos, los cuales constituyen el 70-90% de las células del cerebro y son necesarios para el crecimiento neuronal, la señalización y la metabolización de glucosa.
La introducción de cannabinoides en el sistema nervioso central protege a las células no trasformadas de la apoptosis (muerte celular). Se cree que esto puede tener un rol protector contra problemas autoinmunes que afectan al sistema nervioso central, como la esclerosis múltiple.
Además, los cannabinoides realizan diversas funciones que suavizan considerablemente los efectos de la esclerosis múltiple (EM), y sirven como antiinflamatorios en un sistema nervioso que ya sufra EM.
La apoptosis en células secretoras de la citoquina, tiene efecto inflamatorio y es responsable de algunos de los síntomas de la EM.
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De igual modo, los cannabinoides facilitan el sistema celular usado para reabastecer y reconstruir la capa de mielina que protege las células nerviosas. La presencia creciente de quimioquinas y sus receptores mitiga el tráfico de células progenitoras al tejido inflamado.
Un ensayo preclínico publicado por la revista Nature Medicine demuestra que el compuesto psicoactivo principal de la marihuana, el cannabinoide THC, mejora el aprendizaje y el déficit de memoria relacionado con la edad, al menos en ratones.
Aunque aún es muy pronto para determinar si se puede llevar esta investigación a la clínica humana, el uso de cannabinoides para tratar afecciones neurológicas como la epilepsia conforma ya un área de investigación activa. A estas aplicaciones se sumarían ahora, el papel del THC en el rejuvenecimiento cerebral y el tratamiento de enfermedades como el Alzheimer.
Por ahora cada vez se hace más frecuentes las investigaciones sobre cómo interactúan los cannabinoides y el cerebro.