La política prohibicionista contra las drogas, y en particular contra la marihuana, ha generado una situación incomprensible en las universidades y laboratorios mexicanos: mientras los científicos no pueden trabajar con los derivados de la planta por las restricciones que existen para hacer investigación, sí lo hacen con sustancias equivalentes de origen sintético que están menos reguladas.
Daniel Méndez Pérez, un joven biólogo egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha sido testigo del absurdo.
Él ha intentado desarrollar un protocolo de investigación con cannabinoides o sea, los derivados de la planta para un programa de posgrado, pero el comité académico encargado de evaluar su proyecto no está convencido de aprobarlo.
Experiencias Compatidas
Raúl Porras y Fabiola Bojórquez dirigen Cannapeutas. Él es médico cirujano y ella estudió Comunicación. Su idea de crear la organización surgió cuando el padre de Fabiola enfermó de cáncer de piel.
La necesidad de ayudar a su familiar por cualquier medio los llevó a experimentar con aceite de marihuana para aminorar las lesiones que se formaban en su cuerpo. El problema era dónde conseguir un producto que legalmente estaba prohibido.
“Tuvimos que pasar por el mercado negro y preguntarle a personas que consumen lúdicamente. Conseguimos un aceite artesanal del cual no teníamos idea del contenido, pero afortunadamente funcionó: mi papá fue prácticamente nuestro primer paciente experimental”, cuenta Fabiola.
En su odisea se dieron cuenta que, como ellos, muchas personas buscaban en la marihuana alternativas médicas para sus parientes enfermos sin contar con información suficiente de cómo hacerlo. “Decidimos hacerles un camino más sencillo”, dice Bojórquez.
Te recomendamos: Canadá vive la fiebre del negocio del cannábico tras legalización